Muere el padre Luis de Moya, tetrapléjico casi 30 años y un infatigable luchador contra la eutanasia
Enterarse del fallecimiento de alguien querido, siempre es doloroso. En éste mediio, aprende uno a conocer a distintas personas que dejan huella en nuestra vida. A pesar de no conocerlo ni de haber tenido contacto con él, éste gran ser humano me dió una gran lección.
Un día, llegó a mi email una nueva página "Fluvium" hace ya algunos años. Así supe de él.
Su testimonio me llenó de fortaleza. Un poco tiempo antes, había estado luchando por superar la depresión tan fuerte que me llevó a intentar suicidarme.
El saber de él, el ver cómo seguía viviendo , cómo seguía sirviendo, cómo seguía realizando su labor y lo hacía de manera alegre y productiva, cómo supo usar la tecnología para seguir evangelizando, me hizo reflexionar en lo mucho que tengo y no valoraba.
30 años atado a una silla de ruedas, moviendo sólo la cabeza no le impidió hacer la voluntad de Dios hasta el fin y hacerlo bien..
Descanse en paz.
Fallece el sacerdote tetrapléjico Luis de Moya, antiguo capellán de la UN
Autor del libro 'Sobre la marcha', supo llevar la severa discapacidad que padecía, consecuencia de un accidente de tráfico, "con paciencia, serenidad y buen humor"
El sacerdote Luis de Moya, antiguo capellán de la Universidad de Navarra, falleció este lunes, 9 de noviembre en Pamplona a los 67 años.
Sufrió un accidente de tráfico a consecuencia del cual quedó tetrapléjico, un ejemplo de fe y fuerza de voluntad
Por: Alfonso Basallo | Fuente: muertedigna.org
En 1991 un accidente condenó a Luis de Moya a la inmovilidad total. Lo rescató una silla de ruedas. Sólo puede mover la cabeza. Aún así, ha conseguido volver a dar clases de Etica en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Navarra y seguir adelante.
LA vida de Luis de Moya, está marcada por dos fechas: 1981 y 1991. La primera corresponde a su ordenación sacerdotal; la segunda, al accidente que unció su destino a una silla de ruedas, marca Meyra, de fabricación alemana. Su vigorosa anatomía de deportista quedó reducida a un fardo pesado, un pedazo de carne al que hay que estar quitando o poniendo prendas constantemente, como si de un muñeco se tratara, porque ha perdido la sensibilidad y carece, por lo tanto, de «termostato». Ahora, cuatro años después del accidente ha vuelto a dar clases de Etica a los alumnos de Arquitectura de la Universidad de Navarra.
Verle descender por una rampa de una furgoneta Peugeot con su silla de ruedas, seguido de un solícito ayudante, recuerda al jefe Ironside de la serie de televisión de los años sesenta, pero la diferencia es que el cura ni siquiera puede valerse de las manos. Luis de Moya sólo conserva movilidad en la cabeza. Todo lo hace con la boca (leer, escribir, pedir que le rasquen, que le lleven o que le traigan). Con la boca y con el inestimable auxilio de la tecnología. Se pone ante el ordenador y mueve el cursor soplando ante un dispositivo conectado al sistema. Y estudia, prepara sus clases, redacta charlas, etc. «Afortunadamente -explica- hay mucha literatura de mi especialidad, Teología, que está informatizada».
En un instante "cambiaron las cosas"
Luis de Moya no recuerda nada del accidente. Iba una tarde de Madrid a Pamplona al volante de su coche y segundos después estaba en la UCI y no era el mismo. Era un tetrapléjico, con los «plomos» de su instalación nerviosa fundidos, el cuerpo inmóvil y la cabeza espesa e incohcrente como la de un boxeador sonado. Los segundos fueron, en realidad, días o tal vez semanas. De Moya no se enteraba de nada. «Tardé mes y medio en dejar la UCI y empezar a hacer rehabilitación. Y asumí lo mío sin grandes traumas. ¿Por qué? Porque mi objetivo prioritario no era andar o moverme... era algo mucho más elemental: vivir». A causa de la lesión de médula tuvo graves problemas pulmonares y hubo que practicarle la traqueotomía en dos ocasiones.
Burlada provisionalrmente la muerte, tuvo que aprender a vivir en la quietud más total. Lo cual significaba abdicar forzosamente de su libertad física y pasar a depender de los demás. «Estás en manos de otros hasta para las necesidades más elementales. Hasta para cambiarte de posición durante la nochc. Ticnes que pedirlo absolutamente todo. Y cuesta. Sobre todo si, como era mi caso, uno tiende a ser muy independiente. Y tienes miedo a molestar a los que te rodean o a ser pesado. Pero es imprescindible superarlo».
Para autocompadecerse no hace falta ser tetrapléjico
¿Y cómo afronta la limitación una persona joven, acostumbrada a un ritmo de actividad intenso? ¿Cómo se las apañó Luis de Moya? «Tienes dos opciones: una es autocompadecerte y dramatizar. Lo cual es muy fácil. Tan fácil que para eso no hace falta ser tetrapléjico. La otra opción es pensar en lo que puedes hacer y no en lo que no puedes hacer. Parece un planteamiento un poco iluso, pero es realista. ¿Qué puedo hacer? Yo me dije, dispongo de la cabeza, de la inteligencia, es decir de lo más importante. La inteligencia, la voluntad: soy un señor...»
La vida "así" no es tan complicada
Todo lo cual da mucho de sí. Basta repasar la agenda diaria de Moya. Uno imagina una complicada e interminable sesión de aseo. Nada de eso. No invierte más de media hora, es decir lo corriente. Después tiene sus clases de Etica, su rato de estudio y preparación, su labor de sacerdote (no puede decir la misa solo, pero sí concelebrar; y además predica, confiesa, etc.). Las comidas y las cenas, normales, sin dietas, con una unica precaucion: no debe engordar («afortunadamente no tengo mucho apetito»). Tiene varias sesiones de rehabilitación a la semana, que son para él un descanso.
La actividad que realiza es tan similar a la que llevaba antes que echa pocas cosas en falta. «El deporte es una, me encantaba jugar a pala. La otra, son los bonsáis. Ahora me tengo que conformar con ver cómo otros los cultivan siguiendo mis indicaciones».
El impulso de los demás
Luis de Moya asegura que el accidente le ha enriquecido. «He salido ganando. ¿En qué? En redescubrir a los demás, en apreciar más a la gente. Hay quien se sorprende al verme contento y animoso, pero no soy más que la punta de un iceberg. Debajo están muchas personas que me quieren y se vuelcan conmigo, que me hacen la vida agradable y son un estímulo. ¿Quiénes? Muchas, muchas personas. Desde mis alumnos hasta el fisioterapeuta, y sobre todo la familia».
Cuando Moya habla de la familia no se refiere únicamente a sus padres y hermanos, sino también al Opus Dei, al que pertenece desde que era un adolescente.
En diciembre de 1996 salió a la calle "Sobre la Marcha", con sus experiencias y reflexiones a partir del accidente, del que se han publicado cinco ediciones en castellano y una en francés, portugués e italiano.
Consulta su página www.luisdemoya.org
“Su vida resultaba sacrificada sólo para quienes la mirábamos de fuera, no para él”
En diciembre de 1996 vio la luz el libro 'Sobre la marcha', donde relata sus experiencias y reflexiones a raíz de su accidente: de ese libro se han publicado al menos seis ediciones y se ha traducido a varios idiomas. Además, participó en programas de radio y televisión a favor de la defensa de la vida humana. En 2000 creó Fluvium, un portal católico con una clara finalidad evangelizadora: todas las semanas, enviaba sus ‘Novedades’ a más de cien mil suscriptores de todo el mundo. Recibía cientos de mails de gente que contactaba con él para pedir consejo o recibir una palabra de consuelo.
Miguel Ángel Marco, director del Colegio Mayor Aralar, lo define como una persona de carácter activo, recio y austero: “El accidente supuso para él un cambio de vida que describió así en una de sus entrevistas: ‘Me siento como un millonario que ha perdido solo 1.000 pesetas, porque puedo hacer lo más importante para un ser humano: pensar y amar’”.
Todos los días hasta el pasado 27 de octubre de 2020, en que fue internado en la Clínica Universidad de Navarra, concelebró con otro sacerdote la Santa Misa. “No le gustaba hacer alarde de piedad, pero era evidente el esfuerzo que le suponía estar todos los días a las 7 de la mañana en la capilla para hacer su oración antes de la Misa. Hasta hace poco, todos los veranos acudía en peregrinación a Lourdes, un largo viaje que le dejaba agotado pero muy contento. Con serenidad y sin cosas llamativas fue aceptando las limitaciones propias de su condición; pasados los años, en confianza, decía que, a pesar de su estado, él no se cambiaría por nadie”, explica.
Especialmente en los últimos años, cuenta el director de Aralar, aprendió a dejarse cuidar con agradecimiento y a disfrutar de aficiones sencillas, “de las comidas de verano bajo una palmera en el Colegio Mayor Ayete; de los documentales de naturaleza, de las setas y, por supuesto, del Real Madrid”. Con el paso del tiempo, su estado físico se fue deteriorando: “Lo supo llevar con paciencia, cada vez con más serenidad y buen humor. Nunca perdió la alegría. Su vida resultaba dura, sacrificada y monótona sólo para quienes la mirábamos de fuera, no para él. Vivía como un buen hijo de Dios, confiado en los brazos amorosos del Padre”.
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ENTREVISTA
Julio Romano / Religión en libertad
Julio Romano / Religión en libertad
01 febrero 2020
El sacerdote Luis de Moya quedó tetrapléjico en 1991 a consecuencia de un accidente de automóvil. No quiso que esa circunstancia, por grave que fuese, mermase su vocación sacerdotal, y ha escrito diversos textos contando su historia o reflexionando sobre su significación moral y espiritual.
En El sentido del dolor reunió tres de ellos:
Sobre la marcha, publicado un tiempo después del accidente, donde analiza lo que pasó y sus repercusiones en su vida;
Vía Crucis con María, una meditación sobre la Pasión de Cristo vista con los ojos de su Madre; y una conferencia sobre el valor del sufrimiento que pronunció en Santiago de Compostela.
Sobre ese sentido del dolor que unifica su obra hemos conversado con Don Luis:
-Usted escribió un libro sobre El sentido del dolor. ¿Qué le impulsó a ello?
-El deseo de continuar con mi actividad de sacerdote. No dejar que la limitación física frenara en mí la tarea emprendida hacía años de dar a conocer las grandezas de Dios, en particular que Dios es Padre bueno de los hombres en toda circunstancia.
-Tras el accidente que sufrió en 1991, ¿qué fue lo más difícil de asumir de su nueva vida "sobre ruedas”?
-Posiblemente la necesidad de depender de un modo muy tangible de los demás.
-Han transcurrido muchos años desde que despertó después de ese fatídico accidente. En ese momento, ¿fue consciente de las nuevas pruebas que debía afrontar?
-Inmediatamente. Nada más recobrar el conocimiento me di cuenta de que había perdido la movilidad y, por tanto, todo lo que ello suponía.
-¿Qué sentido tiene el dolor para un católico, un cristiano? ¿Por qué permite Dios el sufrimiento?
-Un católico, un cristiano, como cualquiera, tanto ama como está dispuesto a sufrir por quien ama. Como Jesucristo, que nos muestra su amor en la Cruz: sufriendo.
-¿Qué lecciones puede extraer un cristiano de la contemplación del Vía Crucis? -En realidad el viacrucis es una permanente lección para un cristiano en cada una de sus estaciones. En este sentido escribí unas reflexiones hace algunos años.
-¿Qué les diría a los políticos que utilizan el dolor para defender la eutanasia? ¿Qué le diría a un enfermo que desea morir?
-Que Dios no pone a sus hijos, los hombres, en situaciones insufribles. Para cada momento Dios nos brinda su ayuda para vivir esa situación de un modo digno en su presencia. También en las situaciones más dolorosas que podamos imaginar. Por otra parte, ésta es mi experiencia desde el año 1991.
-Hoy en día, la visión de que solo se puede ser feliz teniendo unas buenas condiciones económicas y de salud se encuentra muy extendida. ¿Cómo combatir esta concepción nihilista de la vida?
-Cualquier situación, por favorable que sea en esta vida, está destinada a terminar, y por tanto no es verdadera felicidad. La verdadera felicidad sólo es posible en la otra vida, que nunca termina